"La casa deshabitada"
No me mires así.
No soy unas ruinas.
Tengo una historia.
Hay vida en mí. Toda la que transitó entre mis paredes sigue palpitando. ¿Acaso no la sientes? Las voces, los susurros, las risas, los silencios sobreviven en mí y los sigo sintiendo tan reales como entonces, cuando estaba llena de latidos que hace tanto tiempo desaparecieron. No me preguntes por las causas del abandono porque ya no siento el desgarro, el resentimiento, de aquellos días en que se vaciaron las habitaciones, se cerraron puertas y ventanas, me inundó la oscuridad. Mi alegría sigue siendo poder albergar todas las emociones que me siguen habitando aunque ya no estén aquí quienes las vivieron en mí, los que me enseñaron lo que es estar viva como aún sigo estándolo.
Estoy llena de historias que le cuento a quien esté dispuesto a dejar volar su fantasía, dejándome que lo habite. Les cuento en susurros cómo se expresó la vida en mí, con todas sus pasiones y anhelos. Como desde estas ventanas miraron ojos ilusionados, se derramaron lágrimas escondidas, se soñó con abandonarme para siempre, se sintió la alegría de volver a ver un paisaje conocido.
Cuando alguno de los visitantes esporádicos que me recorren me escucha, hay quien se asoma a este cielo tan propicio a la ensoñación y se deja llevar por sus cavilaciones. Otros sienten la necesidad de dejar su huella en mí con pinturas que no me hacen sentir ultrajada porque me alegra seguir siendo un cauce para que la vida siga manifestándose.
En este presente vivo en comunión con un cielo que fue siempre compañero y ante el que he derribado todas mis fronteras. No me siento ni mancillada ni vencida. Las heridas del abandono han sido sanadas y me siento en paz, llena de sabiduría, sin melancolía por los tiempos pasados. Mi camino no ha culminado, ahora os ofrecen lo que sigo siendo, hecho arte.
Texto: Pedro Gabo